Luis Palés Matos
Poeta puertorriqueño
Luis Palés Matos nació el 20 de marzo de 1898 en Guayama, Puerto Rico.
Hijo del maestro Vicente Palés Anés y de Consuelo Matos Vicil.
En el año 1915 publicó Azaleas, su primer libro de versos. Tras la muerte de su padre abandona la escuela.
En marzo de 1915 escribió poemas que pertenecen al ciclo que llamó Programa Silvestre. En esta época viajó por la Isla junto a Luis Muñoz Marín, recogiendo donaciones monetarias para fundar la Revista de Indias.
Contrajo matrimonio con Natividad Suliveres en enero de 1918 y se mudaron a Fajardo. El 14 de noviembre de 1918 nació su primer hijo, Edgardo. Su esposa falleció en 1919 de tuberculosis.
Después se mudó a San Juan y trabajó como canciller en el Consulado de Santo Domingo con el cónsul Sócrates Nolasco. Luego trabajó para el Departamento de Salud. Conoció a María de Lourdes Valdés Tous y se casaron el 26 de mayo de 1930 en la iglesia del Sagrado Corazón en Santurce.
Tomó parte en política y fue un gran orador, cuyos discursos, casi siempre improvisados, eran calificados en la prensa como brillantes piezas de oratoria. Durante la campaña política de 1929, viajó por toda la Isla promoviendo la independencia de Puerto Rico. La primera edición de Tun tún de pasa y grifería se publicó en San Juan en 1937 por la editorial Biblioteca de Autores Puertorriqueños.
Con este libro ganó el primer premio de literatura del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Su novela inconclusa Litoral fue publicada en el semanario de la Universidad de Puerto Rico. En 1954, Federico de Onís publicó la primera antología de la poesía de Palés, que comprende de 1915 a 1956. El 4 de mayo de 1948, sufrió, su primer infarto y en 1950 viajó por primera vez a Nueva York donde ofreció conferencias, lecturas y coloquios literarios.
El 23 de febrero de 1959 Luis Palés Matos enfermó gravemente falleciendo en la Clínica Mimiya.
PUEBLO
¡Piedad Señor, piedad para mi pobre pueblo
Donde mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel viejo notario que se pasa los días
En su mínima y lenta preocupación de rata;
Este alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
Chapoteando en su vida tal como en una salsa;
Aquel comercio lento, igual de hace diez siglos;
Estas cabras que triscan al resol de la plaza;
Algún mendigo, algún caballo que atraviesa
Tiñoso, gris y flaco, por estas calles anchas;
La fría y atrofiante modorra del domingo
jugando en los casinos con billar y barajas;
Todo, todo el rebaño tedioso de estas vidas
En este pueblo viejo donde no ocurre nada
Todo esto se muere , se cae, se desmorona
A fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.
¡Piedad Señor, piedad para mi pobre pueblo!
Sobre estas almas simples desata algún canalla
que contra el agua muerta de sus vidas arroje
la piedra redentora de una insólita hazaña...
algún ladrón que asalte ese banco en la noche,
Algún Don Juan que viole esa doncella casta,
Algún tahur de oficio, que se meta en el pueblo,
Y revuelva estas gentes honorables y mansas...
¡Piedad Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!